No es la primera vez que hablamos del fenómenos de las brumas, tampoco es la primera vez que hablamos de muchas cosas. Es imposible desprendernos de lo que nos rodea, por eso volvemos una y otra vez a las mismas situaciones vitales. Todo es diferente y a la vez lo mismo. La bruma es un fenómeno meteorológico consistente en la suspensión de partículas de agua que se hacen visibles al ojo humano. Son fenómenos habituales en ciudades costeras o en localidades colindantes con un río. No hay una causa única que explique las brumas, que pueden formarse en ocasiones distintas y por causas diversas. Tal y como la vida misma.
A veces la climatología se alía con las circunstancias sociales y permite la formulación de comparaciones y de parábolas. Estamos abrumados, sometidos a una situación en la que el gobierno parece no ver más allá de sus narices y ha perdido toda capacidad de perspectiva e incluso de maniobra. Witgenstein decía que: «el significado de una palabra es su uso en el lenguaje«. Cuando se dice que estamos abrumados, que lo está alguien, o incluso un colectivo, queremos decir que estamos bajo el efecto de una bruma, o sea, que el campo de visión no alcanza más allá de un golpe de vista.
La bruma impone un situación distinta, porque todo lo que vemos habitualmente desaparece, sabemos que está detrás, pero no podemos afirmarlo. Es una situación parecida a la que formulara Erwin Schrödinger en su célebre paradoja del gato que lleva su nombre. Además, de la bruma no se puede predecir cuando se va a levantar o si lo hará a lo largo del día. Produce una sensación de calma, porque ralentiza el ritmo vital de las ciudades, cierta sensación de fresco dentro de un ambiente caluroso, y a la vez es inquietante.
Ayuda, porque nos obliga a fijarnos en lo inmediato, a reparar en detalles y circunstancias que en condiciones normales, ante la magnitud del horizonte, no advertiríamos. También protege, porque igual que no podemos ver lo que está al otro lado, el que está más allá tampoco puede vernos a nosotros. Se ve poco, pero se ve claro. Todos son paradojas. También es ocasión para poner imágenes diferentes.




Después de leer una reflexión como esta, en la cual mediante la alegoría de la bruma nos muestra tu percepción de la situación actual, de la dificil incertidumbre a la que estamos expuestos y de lo que presuponemos que está por llegar, no puedo entender como nadie comenta nada. En una ciudad que están ocurriendo cosas y todos callan. ¿porqué? Me consta que tienes un blog muy leído por los melillenses y por medio mundo, cientos de entradas diarias, la gente te sigue, te lee aunque solo sea por curiosidad, quieren escuchar tu opinión, y otros temen tu crítica y el azote, y sin embargo silencio.
Buenas fotos. Me han permitido ver la denominada zona «vip»
Ni esta entrada, ni casi ninguna. El silencio abrumador se apodera de todo. Como bien dices, hay quienes entran por curiosidad, por casualidad, de modo intencionado, para ver qué opino de cualquier cosa. Muchos han preguntado y a muchos he respondido, pero ahora, la respuesta a casi todo es el silencio. Tanto silencio es desconcertante, porque me consta que todo el mundo lee y entra en El Alminar, desde cualquier parte. Imparcial se fue, aunque me lo anunció de modo elegante.
Hay demasiadas preguntas y casi ninguna respuesta.
Por casualidad entraran muchos seguro, pero tienes una clientela fija de lectores que esperan ávidos las noticias o la reflexión diaria, pero porqué callan, porque están de acuerdo con todo lo que escribes? No lo creo. Y discrepancias hay, pero tambien silencios, o callan porque acatan quizás.
Quién sabe. El tema está en atrapar con las historias.
Atrapar o salirse definitivamente de la red. El Alminar inició su andadura medio año antes de la victoria electoral del PP. Advertimos una y otra vez sobre la llegada de los lobos, pero el síndrome de Casandra se posó sobre nuestras proféticas advertencias.La situación era muy mala, pero parecía existir alguna esperanza. Ahora la situación está completamente invertida. Todo el mundo parece resignada a aceptar lo que le caiga encima.
Lo que escribí sobre el síndrome de Casandra, la última profetisa de Troya.
https://elalminardemelilla.com/2011/11/21/el-sindrome-de-casandra/
Leído ahora y escrito con tanta antelación a los hechos, me sobrecoge a veces, lo ajustado de mis propias predicciones.
Muy buena reflexión, pero yo insisto en el porqué mucha gente no escribe ni comenta nada. Tengo mi propia teoria.
Yo tengo varias explicaciones, aunque ninguna teoría. He visto cosas, tengo intuiciones, pero sobre todo, esperan que aguantemos. En los primeros días de octubre, cuando decidí parar El Alminar, nadie faltó a la cita. Días vacíos de entradas, aunque pocos, pero las visitas siempre superaban las 500. Hay 10.000 en esta 1ª mitad del mes. Todo es extraño, escribir casi en silencio, pero siendo observado. Todo llega y llega lejos y no solo en el sentido del espacio físico.
Antiguo, un clásico, absolutamente apropiado.
http://youtu.be/H04uSR3U8w8