Melilla es la ciudad de los hechos imposibles y de la imágenes inverosímiles. En días pasados circulaba por la calle Astilleros en dirección al Real, cuando de repente vi a una antena parabólica moverse. Por un momento me sentí transportado al espacio exterior, como tripulante o piloto de una nave espacial, en busca de satélites abandonados, y que pudieran constituir un peligro para vuelos orbitales tripulados, en misión para identificar a la «chatarra galáctica» y poder así retirarla. Esto sería el sueño, la realidad es que se trata de un retirador de chatarra, de todas aquellas cosas que no se reciclan en la ciudad y que encuentran otro uso, o una segunda vida en Marruecos. Un satélite en desuso es arrojado más allá de la órbita terrestre, o proyectado hacia la atmósfera, en donde se desintegrará abrasado por el contacto con el oxígeno. A esta antena parabólica le espera la fundición de Taouima o la instalación en otra vivienda. En Marruecos todavía existe el mundo analógico, y la recepción de las señales de televisión por el aire y las ondas.
Hace no mucho el gobierno de la ciudad puso en marcha un reglamente para impedir esta actividad, que a nadie perjudica, que beneficia a Melilla y que sirve de sustento a un gran número de personas al otro lado de la frontera.
Llevaba la cámara a mano, y en cuanto se abrió el semáforo, pude realizar esta instantánea casi inverosímil.