Dicen los melillenses, que el viento presente en San Juan es el que marca y caracteriza a ese verano. La memoria siempre es débil aliado, pero hasta donde recuerdo, creo que he asistido a más noches de San Juan con el levante impregnando de humedad la noche, que a las ventosas y secas del viento de poniente. Este último viento dispersa los fuegos artificiales de la noche de San Juan, y el primero los humedece hasta dejarlos casi irreconocibles. Ambos vientos son muy molestos y enloquecedores, pero como en todo, hay división de opiniones. Muchos melillenses prefieren el poniente, casi la mitad, y otros tantos el levante. De entre los dos, el más dañino es el de levante, ese que casi estuvo a punto de arruinar la conquista de la ciudad en 1497, por la opinión contraria de Cristobal Colón, el almirante de la Mar Océana. Para el egregio marino, el puerto de Melilla no servía de gran cosa, por estar dominado por los vientos de levante, o sea, que para el descubridor de América, de los dos vientos, es el más dominante, como sucede casi con todo en la vida. Los temporales de levante han casi destruido la ciudad en varias ocasiones, porque este viento mueve y mucho, el mar.
El viento de levante fue inmortalizado por Federico Trillo, Ministro de Defensa con José Mª Aznar, durante el incidente de la isla de Perejil, un 17 de julio de 2002, al enviar al Ejército de España a reconquistar el islote, «bajo un fuerte viento de levante».
Aún así, el levante de este año no ha sido demasiado fuerte, lo que permite alguna esperanza en cuanto a disfrutar el verano en las cada vez más exiguas playas melillenses.