- Sidi Ouariach, alminar
- Patio de la mezquita
- Cúpula y claraboya
- Sidi Ouariach
- Melilla
- Farhana
Es uno de los lugares más históricos y conocidos de Melilla, escenario de la guerra mundial del General Margallo, nombre que por sí solo, ha pasado a la historia como La Guerra de Margallo. Es lo máximo a lo que puede aspirar cualquier ser humano, o sea, a que su nombre no sea olvidado. Sin embargo, antes que Margallo, estaba Sidi Ouariach (el pelo sucio), el santón musulmán llegado de Al Andalus, y que profetizó la caída del mundo musulmán español y que dicen, pero eso solo es leyenda, que habitó en alguna de las cuevas de Melilla La Vieja, en donde advirtió a la población rifeña, de la inminente llegada de los castellanos. Otras fuentes orales hablan de que Sidi Ouariach perdió la vida frente a las huestes de Estopiñán.
En 1893 se provocó la «guerra de Margallo» para evitar que el cementerio, morabito y mezquita quedaran dentro del lado español, y justo 100 años después, se inauguró el primer cementerio musulmán de Melilla, desde la conquista española de 1497. La historia muestra su rueda puede retrasarse, pero nunca detenerse.
En el interior del Alminar de Sidi Ouariach
Melilla es una ciudad de mezquita e iglesias, pero con menor número de campanarios y alminares. ¿Qué se ve desde un alminar?; nada, todo. Lo más importante es que uno solo ve aquello que quiere ver, y que lo que está a la vista no es siempre ni la realidad, ni la totalidad de los hechos. Hay que querer ver la cosas, y querer mostrarlas. Lo primero que llama la atención de este alminar redondo, el único de Melilla, y con clara influencia oriental, es su deplorable estado de conservación y acabado. Las ventanas del mirador no se abren, salvo dos, porque el cemento se ha expandido y las ha bloqueado. Hay partes resquebrajadas y la claraboya del techo ha perdido parte de su acristalamiento y está a cielo abierto, lo que inunda el alminar en las épocas de lluvia.
La escalera interior, de caracol, no tiene los peldaños acabados. Son solo de cemento, sin enlosado de ningún tipo. Carece de barandillas y la subida es algo peligrosa. Las paredes interiores no están enfoscadas ni siquiera pintadas. No habíamos estado nunca en el interior de un alminar y la experiencia ha sido gratificante, pese a que la visibilidad no era excesivamente buena. Es un lugar muy interesante, que podía serlo más si estuviese en un adecuado estado de mantenimiento. No hay luz eléctrica en las escaleras medievales y el pararrayos está a punto del desplome. La diferencia de trato con respecto a los edificios y templos de la iglesia católica es evidente, y eso que este lugar es de titularidad municipal.
Hemos subido hasta la parte más alta, gracias a la amabilidad y beneplácito del almuhédano (clérigo musulmán), que es quien decide si autoriza o no las visitas a los lugares bajo su jurisdicción religiosa.