Un gran barco en Melilla


Buque estratégico Juan Carlos I

El buque de asalto anfibio Juan Carlos I

El pasado domingo llegó a Melilla un gran barco de la Armada Española, el más grande que haya tenido nunca un país, España, que en su día fue la mayor potencia naval del planeta, junto con Portugal o Inglaterra. Llego a una ciudad aplastada por una semana de levante y en uno de sus tradicionales domingos, en los que no hay absolutamente nada que hacer, ni a donde ir. No hay domingos que produzcan más desasosiego que los de Melilla.

La población de la ciudad se volcó con el barco, y hasta 3500 melillenses, entre los que no se encontraba El Alminar, han podido visitarlo a lo largo de dos días. Es un barco al que no subimos, como a tantos otros. Lo intentamos, pero no estaba el destino de nuestro lado.

Las dobles colas y los grupos organizados

La mayor parte de esos 3500 melillenses, unos 2500,  han subido al barco del único modo posible, aguantando sufrídamente la cola y esperando pacientemente el turno.  Como norma general, siempre hablaremos bien de los militares españoles y del Ejército de La Democracia.  La Armada había organizados muy bien las visitas al buque, con un autorcaro grupo cada 45 minutos y en horario de mañana y tarde.

Sin embargo y como dijera Indalecio Prieto, apareció «el vicio de Melilla», el de saltarse cualquier cola o norma impuesta por la autoridad competente, y no esperar nada junto a la muchedumbre.  Se entiende que autoridades y dignatarios hagan visitas fuera de hora y en recorridos y visitas protocolarias.  El caso, es que desde esta tarde de domingo, empezó a aparecer más de un grupo concertado, cuya aparición suponía un retraso de turno para los melillenses de las sufridas colas.  Al final la excepción se convirtió en vicio y los grupos concertados empezaron a afluir de modo constante.

Los marinos españoles acabaron convertidos en «escribanos» y apuntaban a los visitantes del día, y a los que se apuntaban en visitas para el día posterior, con lo cual, al día siguiente aparecían las dobles colas ( los del día y los de cita previa), a los que había que añadir los concertados. Todo un lío.

Nadie contará estas cosas, pero pese a todo, en una ciudad tan necesitada de gestos institucionales, se agradece la presencia en Melilla de tan extraordinario barco.

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