Tráfico, el infierno en las calles


accidentes en melilla

         Los accidentes de tráfico son constantes y diarios. Jugársela en las calles también. El mal estado del pavimento, la saturación y densidad del tráfico junto a la falta de una regulación efectiva, son males endémicos en la circulación en Melilla. La proliferación de rotondas (algunas de ellas inservibles), la ausencia de una señalización vial permanente, salvo el esporádico repintado electoral, consiguen que casi nadie circule adecuadamente por la calles. La falta casi generalizada de respeto o atención del automovilista melillense hacia cualquier señal o norma de tráfico empieza a ser legendaria. Suele ser normal que en un semáforo pasen más automóviles con la luz naranja o roja, que cuando está en verde. Exaspera ver el tiempo que se toman algunos/as en salir de un semáforo cuando el disco muestra el color verde, o la parsimonia con que  algunos/as salen de los aparcamientos, provocando enormes considerables embotellamientos. Los vicios de los automovilistas melillenses llenarían paginas de una enciclopedia. No todo podemos achacarlo a una gestión pésima.

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El estado de la gestión de Melilla


 Esconder el río de Oro

   En este momento podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que no hay una sola calle o plaza de la ciudad que se encuentre en estado óptimo, como debería corresponder a una ciudad que invierte las cantidades publicadas oficialmente en limpieza, obras y mantenimiento de parques y calles.

   Las canículas de mayo apenas han comenzado y los ciudadanos que han acudido a las playas se han encontrado con un inmenso vertedero, o con una papelera inmensa. No están limpias ni las aguas, ni las arenas, ni puestos en orden los servicios de las mismas (duchas, aseos, pasarelas, papeleras). La ciudad se encuentra frente a una gestión catastrófica, en donde ya no da resultado ni los planes de empleo ni inversión alguna.

     Los esfuerzos de la propaganda no logran tapar ni esconder la realidad de una ciudad que ven todos los ciudadanos que deambulan por sus calles, o que intentan disfrutar de un fin de semana de ocio dentro de los estrechos límites de la ciudad.

       El río de Oro lleva cinco siglos infectando la ciudad, por eso se desvió su cauce a finales del siglo XIX. La desembocadura es un punto negro que no han conseguido resolver en los últimos 14 años de gestión popular. Tras años de encharcamientos pestilentes, que en nada o en muy poco ha resuelto la estación depuradora de aguas. La única solución que se ha encontrado es la de esconder el poco caudal existente en un desagüe junto al puente sin nombre.  En ese punto  se esconde el milenario río melillense y va directo a la estación depuradora de aguas, que pasados unos días devuelve el agua, ya depurada, a las aguas marinas en la que nos bañamos todos los melillenses. ¿Son seguras y salubres nuestras aguas de baño?. Llegados aquí,  ya no me atrevería a realizar afirmación alguna.