Tres edificios modernistas del Real


                   La liquidación de modernismo en el barrio del Real es un hecho. Apenas quedan unos pocos y no se sabe muy bien cuál será su suerte. Hace poco dimos cuenta del derribo de uno que estaba firmado por Enrique Nieto. Por mucho que al reconstruir el edifico se reproduzcan las molduras, o se pretenda colocar una placa que recuerde el edificio anterior, el hecho es que ya no será  el edificio del arquitecto barcelonés afincado en Melilla. No solo se derriban los edificios, sino que desaparece el estilo que inspiró la creación del barrio, del que ya no queda nada. No ha existido una normativa para la construcción de las nuevas edificaciones, no se ha impuesto un patrón a seguir, ni se ha pretendido crear un nuevo modelo de barrio. No hay una sola calle igual en el barrio del Real, no hay dos edificios iguales ni siquiera en una misma calle. El urbanismo es absolutamente desordenado.

                      En la calle Jiménez e Iglesias, antigua calle Mezquita, quedan tres edificios, ya cerrados y en espera de la ruina. Uno es el que fuera el antiguo Cine Español y los otros dos son antiguas viviendas familiares, que tampoco habita ya nadie. El futuro de todo es incierto. Las inminentes obras a realizar en el barrio serán solo un lavado de cara, porque el espíritu del barrio está perdido hace tiempo. Han sido muchos años de descuido y abandono urbanístico. Es raro el mes en que no se autorizan uno o dos derribos. Se desconoce cuál puede ser el tamaño de la lista de licencias de demolición. Los ojeadores recorren el barrio en busca de antiguas viviendas de una sola planta en estado de venta. Muchas ya han sido derribadas y son solo solares, en espera de mejor vida o de mejor PGOU.

                    Nota: (1)   https://elalminardemelilla.com/2013/06/05/el-modernismo-en-el-barrio-del-real/  , (2) https://elalminardemelilla.com/2013/12/11/c7-tocado-d7-hundido/

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El viejo truco de parchear


Parche y pintado de cara a las elecciones

          Cada vez que llega una nueva convocatoria de elecciones, con su magia electoral, reaparece el viejo truco de parchear y pintar los pasos de cebras y las líneas continuas de las calles, que suelen se invisibles el resto del año. La pregunta es si sigue funcionando este recurrente truco, tan viejo como los propios procesos electorales. La actividad del parche es tal en nuestro país, que se ha convertido en un «modus operandi», esto es, una forma de ejercer la gestión de una ciudad o del propio Estado. Se actúa cuando surge el problema, no antes. No se anticipa nada.

             Si se tapase un bache o repintase un paso de cebra cada vez que está en malas condiciones y se tapara cualquier hueco cuando tiene el tamaño de un gua, nadie se daría cuenta y nos acostumbraríamos al estado perfecto de las cosas.

           Sin embargo, si tras dos años de sobresaltos con los coches en la calles de la ciudad, de maldecir al concejal de Fomento y de adivinar los pasos de cebra o la posición correcta en el carril de circulación, se parchea todo de una vez, y se repinta hasta aquello que no creíamos que existiese; la sensación de buena gestión, de respeto y atención al ciudadano, es tan notoria, que la gente se siente feliz con el gobierno que le ha tocado en suerte, aunque sea el peor que haya pasado por nuestro mundo.

           Es un truco antiquísimo, que ya sabe todo el mundo. Está por ver que siga dando resultado.