El mundo, el demonio y la carne
Según el catecismo de la Doctrina Cristiana de Ripalda, en vigor durante el franquismo, los enemigos del alma eran y son tres: el mundo, el demonio y la carne. Para vencer a estos tres terribles enemigos, se oponían una legión de virtudes teologales y cardinales, mandamientos, tanto los de la Ley de Dios como los de La Santa Madre Iglesia, dones del Espíritu Santo, Bienaventuranzas y las tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad; en oposición directa a tan presentes y extendidos enemigos. Todo era y resultaba poco, para conseguir la incierta derrota del diablo, que no ha llegado a producirse de modo claro, si nos atenemos a los hechos.
El Carnaval es eso, la fiesta de la carne, de la carnalidad, despreocupada de cualquier máxima moral y desposeída de cualquier límite. Esto tampoco quiere decir que se pueda hacer cualquier cosa. Siempre será constante la lucha entre los enemigos del alma y sus potencias. El Mundo ha cambiado mucho y hoy es difícil hacer frente a los nuevos problemas, con viejas máximas. Las fiestas de Carnaval son ya solo un recuerdo de lo que en su día fueron y de sus motivaciones, y perviven en lugares con mucha tradición, apoyo popular y respaldo mediático. Melilla ya no es el caso. Lo que hoy queda y vemos es solo un pálido reflejo de lo que fueron. La oposición entre Carnaval y Cuaresma, que se inicia el próximo día 5 con el Miércoles de Ceniza, solo es entendible en la mitad de la población melillense. Hay una fina capa de contacto intercultural, pero nada más, y eso no es suficiente para mantener con cierto vigor, todo lo relacionado con los carnavales. La sensación es que se cumple el expediente y se pasa a lo siguiente, a lo que toque. Las cosas, para ser algo, tiene que tener alma, o sea, contenido. El vacío que presentaba La Avenida, describe por sí solo la situación. La división entre los dos mundos es patente y a la vez inevitable
El frío, la lluvia a veces y casi siempre el viento, han estado presentes en los carnavales. Este año se han visto demasiados pocos disfraces, poca gente en el desfile, y un desfile lento para hacerlo parecer más largo, pero sobre todo, una tipo de desfile que tanto puede ser de Carnaval, de Halloween o de la Semana Medieval. La mezcla ya es absoluta y la confusión casi total.
Hay un viejo mundo que se derrumba, a veces de modo forzado, sin que surjan nuevos modelos procedentes de la cultura popular, y no de la imposición del universo cultural y consumista norteamericano. La aculturación y colonización de nuestro mundo empieza a ser total. ¿Qué imágenes nos quedan del carnaval melillense?. Algo de colorido, la voluntad de los participantes, la vistosidad de alguna carroza y de algunos trajes , la presencia siempre inquietante del señor oscuro, y la carnalidad, que este año corría a cargo del mundo masculino.