Contenedores en medio de la calle


                      contenedores en medio de la calle

                                 Melilla, ciudad de accidentes

   La situación de estos contenedores en la vía pública raya en la temeridad, en el peligro público. Ya no es que su situación elimine aparcamientos públicos, como en otros casos, o que dificulten la visibilidad, como la mayor parte de las veces. En este caso parecen estar colocados como contenedores trampas, y parecen inducir de modo directo a causas accidentes. La calle es Carlos Ramírez de Arellano, justo en la esquina con la calle de Luis Morandeira, en el siglo pasado conocida como Bandera de Marruecos, la de Falange.

    En este caso, para poder salir de la calle y girar, hay que sacar el coche hasta casi interceptar el tráfico, practicamente a unos centímetros de la colisión. Es insólito lo que sucede y se ve en Melilla, en donde ya nadie gobierna nada. Somos los ciudadanos los que tenemos que alertarnos unos a otros, y buscar nuestra propia defensa y slavaguarda. Aquí ya ha dejado de funcionar todo. Hace no mucho la Dirección Provincial de Tráfico alertada del incremento de accidentes y de los atropellos graves de peatones. Son otros que ya predican en el desierto. En él acabaremos todos.

 

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El rostro humano de la inmigración


                                 Medio millar de inmigrantes logra entrar hoy en Melilla

               La emigración es un fenómeno humano. Los inmigrantes son seres humanos, mujeres y hombres con una historia personal detrás. No son lo que quieren que veamos. No son invasores, no vienen a quedarse con nuestro falso mundo de oportunidades, ni a socavar nuestra democracia de cartón piedra. Si hay algo hipócrita en este mundo es la política occidental, esa patética falacia de la Comunidad Internacional. Europa ampara La Democracia y las decisiones populares, pero siempre y cuando los resultados no sean contrarios a sus intereses, caso del referéndum de Crimea. La Unión Europea amparó la creación de nuevos países en Europa del Este, la mayor parte absurdos, porque restaban fuerza a los sólidos países que existían antes, como Yugoslavia; y permitían crear nuevos mercados para sus insaciables negocios. La Unión Europea y la hipócrita Comunidad Internacional apoyaron una insurrección popular en Ucrania, pero condenan una votación legítima en Crimea y la califican de anexión.

                Con África sucede exactamente lo mismo. No hay país europeo que no haya obtenido y siga obteniéndolos, de los inmensos recursos naturales de África (oro, diamantes, petróleo, nuevos metales para la telefonía inteligente), pero se lleva las manos a la cabeza ante la inmigración y la califica de invasión o de problema. Se roba en el continente africano, se permiten guerras que acaban con miles de personas cada día, se claudica ante las hambrunas y las enfermedades  que entierran a pueblos enteros, pero no se quiere a ni un solo inmigrante ante las puertas europeas, y condenan a nuestra ciudad y a la de Ceuta, a la categoría de cuarto trastero.

               Nunca dejaré de ver a los inmigrantes con rostros humanos. No son «la masa amenazante» con la que pretenden asustarnos. Son seres humanos. Da igual de donde procedan, o sus nombres. Para ellos Melilla, la puerta de Europa, es el paraíso. Las campañas publicitarias son efectivas, pero en un sentido distinto al que fueron pensadas. Sean quienes sean, bienvenidos. De otras cosas, de determinar quiénes son, quién es merecedor de asilo y quién no, de atenderles; que se encarguen las autoridades, que para eso fueron elegidas y votadas.

                                           Hoy la niebla les ha amparado en la frontera. Dios, a veces, cubre con su mano a los más desfavorecidos.