- Entre poda y selva
- Selva en Cardenal Cisneros
- Jardín Astilleros sin podar
- Jardín Astilleros podado
- Barbarie
- Reloj de Sol, en Lope de Vega
Observar la realidad es algo fácil pero que requiere continuidad, rigor y método. Interpretar la realidad es imposible si no se dispone de un método de análisis e ideas, ya sean propias o elaboradas. Uno puede adscribirse a un sistema ya establecido, o buscar respuestas propias y ofrecer nuevas ideas. Dar una nueva visión del mundo y de sus hechos. Me ha llevado mucho tiempo la observación del proceso de poda de árboles en Melilla. Al principio parecía haber un rigor, un método e incluso una secuencia. Tras observar todo durante meses, fui descartando que se podase por zonas, por tipos de árbol, por estaciones climatológicas, o por estar dañados o enfermos.
Nunca entendí por qué ciertos árboles en el barrio del Hipódromo estuvieron tapados durante dos años, ni tampoco se ofreció ninguna explicación. Tras ser destapados, su estado eran tan lamentable, que hoy dudo que tengan alguna posibilidad de existencia. La sensación es que se va podando o talando (no he conseguido decidirme qué opción se está llevando a cabo), cuando la copa de un determinado tipo de árboles aparece demasiado desordenada e invade el suelo, la calle o las casas colindantes, o sea, cuando afea el entorno de modo irreversible. No parece haberse buscado la creación de zonas de sombra, o una determinada estética en cada barrio. El estado de la arboleda ornamental melillense es de desorden absoluto y de mezcla total de especies.
No hay término medio, o impera la ley de la selva, o la poda deja al árbol en el esqueleto, en el que pierde hasta su sentido estético. Están sucios y llenos de bolsas hasta los árboles. Melilla es una ciudad difícil, pero no mucho más que otras. Como compensación el territorio es pequeño y fácil de controlar, y la cantidad de dinero recibida por y para diversos conceptos es grande en comparación con otras ciudades peninsulares. Todo debería lucir de otro modo y presentar un aspecto distinto del que vemos. No hay orden ni tampoco concierto.