33 años desde su muerte, 33 días de pontificado
Para acordarse de este hombre hay que tener al menos 40 años, porque han pasado 33 años desde su muerte, un 28 de septiembre de 1978, y su «papado» fue efímero, sólo treinta y tres días. Sin embargo, hay luces que son imposibles de apagar y pese a la brevedad de su paso por el Trono de San Pedro, muy pocos han olvidado al Papa Albino Luciani. ¿ Qué ocurrió con él ?. Es muy difícil de saber, pero diremos que el asunto se resuelve en dos mitades tan exactas, como divergentes: «O fue asesinado o murió aplastado por el peso del Papado».
En agosto de 1978 había muerto su predecesor, el Papa Pablo VI, el que dijo que: «El humo de Satanás se ha colado por una rendija y ha llegado hasta la misma silla de Pedro». ¿ Qué quiso decir Pablo VI con esta tremenda frase?. Nunca lo sabremos y hay diferentes interpretaciones. En aquellos años, la Lógia Masónica Propaganda 2, se había infiltrado en el Estado italiano y había contaminado hasta el mismísimo Vaticano, en el que al menos 4 cardenales de La Santa Iglesia tenían algún tipo de vinculación con La Logia P2. Pocos años después, bajo el pontificado de Juan Pablo II estallaría el escándalo de las finanzas vaticanas, la quiebra del banco Ambrosiano, la del Instituto para la Obras de La Fe, IOR, y la destitución del Cardenal americano Marzinkus, implicado hasta los tuétanos en el desvío y blanqueo de dinero con fines poco lícitos.
La muerte de un Papa
La conmoción mediática por la muerte de un Papa a sólo 33 días de haber sido elegido, fue tremenda. Nadie salía de su asombro y a partir de ahí y hasta la finiquitación del caso del Banco Ambrosiano, la cascada de muertes en el Estado Vaticano y en sus proximidades fue incesante. Desde ese 28 de septiembre de hace 33 años (mítica cifra por considerarse en la antigüedad que esa era la edad de Cristo al morir), la especulaciones no se han detenido jamás.
En defensa de la teoría del asesinato destacan el escritor inglés David Yalop y su «En nombre de Dios» y el sacerdote español Jesús López Sáez, que en 1990 publicó su primer libro: «Se pedirá cuenta» y recientemente el 2º, «Juan Pablo I, Caso abierto».
Sosteniendo la teoría de la muerte natural, solo John Cornwell y su libro: «Como un ladrón en la noche». Leídos todos, la verdad es que resultan más convincentes los tres primeros, aunque es difícil aceptar cualquiera de las dos versiones contrapuestas, sin que surjan infinidad de dudas y preguntas.
La más sólida de las dudas que se me ocurren acerca de la teoría del asesinato, es que incluso aceptando que la Logia P2 quisiera deshacerse del Papa Luciani, 33 días es un periodo muy breve de tiempo para preparar una conspiración que acabe con un Jefe de Estado, porque eso es también un Papa. Acceder a una habitación papal y derramar en su «cafetito» vespertino, un tipo de veneno incoloro, insípido, y que luego no deje rastros sobre el cadáver, no es cosa que se pueda hacer en un plazo tan corto. Si difícil es matar a cualquier persona por este procedimiento, tanto más debe serlo el preparar una conspiración para acabar con un Pontífice, dada la dificultad intrínseca del hecho y el número mínimo de personas que deben estar implicadas en algo así.
En cuanto a que el peso del Papado, tesis defendida por Cornwell, le venciera, podríamos decir que ya quisiéramos cualquiera de nosotros tener el mismo número de ayudantes que tiene un Papa, para soportar ese tipo de carga. En cuanto a que «viese o tuviese conocimiento» de algo horrible dentro del Vaticano, debemos decir que si alguien está acostumbrado a mirar al diablo y a sus efectos, cara a cara, estos son los cardenales de La Santa Madre Iglesia, por lo que no parece probable que el Papa Luciani falleciera al tener conocimiento de «cualquier desmán», por mucho calibre que éste tuviese.
Como dice el sacerdote español Jesús López Sáez, éste es efectivamente «un caso abierto», pero también, insisto, en que hay luces que por muy débiles que sean, no se apagan nunca y la de Luciani parece una de ellas. Ya lo dice la oración: Santa Mª, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.