Sobre La Patrona de Melilla


        

                     La Virgen de La Victoria en Melilla

         Enrique Delgado

      La batalla de Lepanto se produjo el 7 de octubre de 1571 y tras ella, La Iglesia decidió crear la advocación de La Victoria. Hasta antes de esa fecha resultaba imposible que la imagen y presencia de la Virgen de La Victoria tuviese algo que ver con Melilla. Esto es algo que se ha creído siempre, pero la historia podría ser diferente, de hecho parece serlo.
Durante el primer siglo de existencia de la Melilla española, la guarnición melillense, los presidiarios y el escaso personal civil tuvieron otras advocaciones y otros santos. Hay constancia de las titularidades de San Miguel, Santiago, Santa Bárbara, Santo Tomás de la cantera o San Pedro de la albarrada, pero no de vírgenes protectoras. Esto es algo usual en ciudades y pueblos de España, pero no en Melilla, que incluso en el aspecto religioso está llena de peculiaridades muy interesantes, sobre las que es necesario investigar y arrojar luz.

La imagen de La Victoria, una nueva hipótesis

      De ser cierta esta hipótesis que presento, no habría que esperar a la batalla de Lepanto para encontrar la imagen de La Victoria en Melilla. Desde 1487 los llamados frailes Mínimos (fundados por San Francisco de Paula) acompañaron a las tropas del Rey Fernando El Católico en la conquista de Málaga. Habían sido enviados desde Francia por el propio fundador de La Orden con la mediación del Conde de Lucena, que acompañaba al ejército castellano.
Al parecer la conquista de la imponente alcazaba musulmana de Málaga y la solidez de sus defensas estaba resultando más difícil de lo previsto y el cambio en la situación, coincidió con la llegada de estos frailes, que desde ese momento fueron conocidos en Málaga como “los frailes de La Victoria”, quienes por boca del santo eremita de Paula, había anunciado que: “Málaga caería en los tres días siguientes a la su llegada”, cosa que de hecho se cumplió.
El propio Rey Católico les permitió fundar una pequeña ermita dedicada a Santa Mª de La Victoria, actual patrona de Málaga, que fue transformada en convento en 1492. La siguiente fundación sería llevada a cabo en Andújar en 1495, sólo dos años antes de la conquista de Melilla.
En el Puerto de Sta. María se establecieron en 1502 y en Écija en 1506. Parece probable suponer que acompañaron a las tropas del Rey Católico hasta la toma de Granada y probablemente en la ocupación Melilla, en el norte de África, en donde se completaba el cierre político y militar a la dominación sarracena de la península ibérica. Sería pues lógico que la irradiación de la advocación de La Victoria llegase desde Málaga o desde la propia Andalucía y no implantada desde el acontecimiento de Lepanto.
Otro dato que diferencia claramente a La Patrona melillense de Sta. María de La Victoria de Lepanto, es que su festividad se celebra el 8 de septiembre y no el primer domingo de octubre, como es el caso de la virgen de Lepanto o del Rosario. Ni incluso la propia imagen es característica de una Virgen del Rosario. Su factura presenta elementos arcaizantes y cierto hieratismo, sobre todo en el niño, que la situarían en torno al siglo XV y no a las más evolucionadas y expresivas imágenes de finales del XVI
Ahora sí hemos roto ya esa barrera cronológica que impedía que La Patrona melillense se hallase presente en nuestra ciudad desde antes del año 1571.

                  ¿Llegó la Virgen de La Victoria en 1497?

            El dato más sorprendente y casi definitivo, en espera de documentación, es que San Francisco de Paula nació en la región italiana de Calabria, muy cerca de Cosenza, concretamente en Paula. A la provincia de (Cosenza) pertenece también la Melilla italiana, que es una pequeña pedanía de Colosimi, por lo que no sería muy aventurado suponer que al volver a su tierra natal, los frailes Mínimos que habían participado en la expedición de conquista de Melilla (la Malila musulmana), quisieran inmortalizar este nombre, por razones que desconocemos, cerca de la tierra natal del fundador de la Orden Mínima, a cuyo nombre se atribuyó el inicio del derrumbe y conquista del último Reino musulmán de España.
Por si esto no pareciera suficiente, en la parte superior del altar de La Divina Pastora, hay una antiquísima y desfigurada talla del santo eremita de Paula-Cosenza, lo que parece señalar claramente la presencia de los frailes Mínimos franciscanos en Melilla, bien durante la conquista o en una época inmediatamente posterior, porque la realidad es que erigieron, no se sabe cómo ni cuando, una ermita a La Virgen de La Victoria que se asentaba en la Plaza de Armas. Allí se emplazó esta ermita en al menos dos localizaciones y una posterior y última en el Mantelete, la conocida como ermita de La Victoria Extramuros.
    

            ¿Quién podría haber erigido una pequeña ermita dedicada a la Virgen de La Victoria?

               A mi juicio, solo los frailes Mínimos, porque eran los custodios de esa advocación y también eran franciscanos y eso confirmaría el dato que afirma que con las tropas castellanas habían acompañando a la expedición frailes franciscanos, que no capuchinos. Sin embargo eran frailes franciscanos de Paula y no de Asís. Una precisión imposible para los cronistas de la época.
Otra peculiaridad de la imagen de La Patrona de Melilla es su gran tamaño, cuando el resto de las imágenes titulares de las ciudades española son, por lo general, de muy reducidas dimensiones y esto es así, porque La Victoria de Melilla es una Virgen de tipo “Galeona”, genérico que se aplicaba a las imágenes que iban en las flotas militares y expedicionarias de Las Indias.
En 1497, a Melilla llegó una flota de al menos 30 barcos, con Nao Capitana, con barcos grandes, con al menos uno con “tren de artillería” y seguramente, con una imagen protectora de tipo “Galeona” y esa no podía ser otra que La Virgen de La Victoria, que sería desembarcada tras la conquista y consolidación de Melilla. Tras Lepanto se institucionalizó la tradición existente ya desde casi un siglo antes, de llevar “vírgenes galeonas” en todas las flotas de Indias.
Los frailes capuchinos siempre sintieron celos hacia la imagen de La Victoria y hacia la fe que le profesaba el pueblo, por lo que la ignoraron cuanto pudieron y que pese la animadversión era “la patrona” oficiosa del pueblo llano, de las tropas y de los presidiarios.
En esta singular rivalidad, los capuchinos se apresuraron a nombrar patrón de Melilla a Francisco de Asís, que no al de Paula y a dedicar la Iglesia principal y única de Melilla a La Inmaculada, cuando todavía no habían concluido las obras. Al ser los frailes capuchinos los administradores religiosos de la urbe, está claro que ocultaron cualquier dato de la procedencia de imagen o de la propia estancia en Melilla de los frailes mínimos, sus rivales religiosos. Al existir una solo iglesia en Melilla, esta se debería haber denominado como Santuario de Ntra. Sra. de La Victoria.
Estos celos llevaron a los capuchinos a atribuir milagros o protecciones celestes a vírgenes distintas de la de La Victoria, como la de La Aurora o la de Las Nieves (¡¡ en Melilla!!), pese a que esta imagen se encontraba presente en la ciudad desde su misma conquista. También es muy anómalo el modo en que fue proclamada como Patrona, para lo cual fue necesario “un cuartelazo” en toda regla, llevado a cabo por el Gobernador Antonio de Villalba y Angulo.
El texto histórico texto dice lo siguiente: “El 3 de febrero de 1756, cerradas las puertas de Melilla, levantados los puentes, la guarnición sobre las armas y patrulladas las calles (y con las capuchinos encerrados en la iglesia de La Purísima), se ratificó solemnemente, bajo juramento, como Patrona de La Ciudad a la Virgen de La Victoria”.
La Guarnición y el Pueblo de Melilla, probablemente hartos de casi dos siglos de desplantes hacia la imagen que les había protegido desde 1497, decidieron proclamar por “la fuerza de las armas a la Virgen de La Victoria como Patrona de Melilla. La acción incluía la posibilidad de haber dejado morir a los capuchinos en su iglesia, de no haber aceptado la proclamación.

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Desesperar en el semáforo


                Este semáforo de la calle Reyes Católicos tarda 78 segundos, casi minuto y medio, en volver a permitir el paso de peatones. No parece un tiempo demasiado largo, pero una vez allí la espera se hace interminable, tanto que mucha gente se decide a cruzar aprovechando los claros de tráfico, con la señal roja  para los viandantes. El ritmo de tráfico afloja bastante antes de llegar al minuto y entonces la acera, a un lado y otro se llena de peatones en espera de que se les permita el paso. Es un lapso de tiempo demasiado largo, que incluso provoca retenciones en la salidas de vehículos procedentes de la calle Castelar. Además, se añade el hecho de que si se quiere cruzar ambas calles en el lapso de tiempo habilitado para los peatones, solo se dispone de 25 segundos, en los que solo hay tiempo para cruzar La Avenida y llegar al paso al semáforo de Reyes Católicos, en donde hay que esperar de nuevo los 78 interminables segundos. Todo precisa una nueva regulación ( 60 y 30 segundos), en vez de los (78 y 25 segundos) actuales.

                 La vida puede cambiar mucho en un solo minuto.

Seis días de septiembre


          Seis días de septiembre que pueden haber cambiado algo, seis días en los que El Alminar de Melilla ha recibido 1000 visitas, seis días en los que  se ha superado el número de visitas de cada día anterior. Seis días de enero de 1977 cambiaron el rumbo de la reinstauración de La Democracia en España. Seis días de septiembre en 2011, en Melilla, pueden haber cambiado la pequeña historia de nuestra ciudad. Seis días en los que las colaboraciones y las opiniones han aumentado de modo evidente. Todo suma, todo apoyo es necesario. Nunca antes este gobierno había retrocedido en nada. Nunca antes habían rectificado una decisión de un modo tan evidente.

             Están legitimados por los votos, pero no pueden hacer cualquier cosa. En Melilla hay 10.000 parados y muchas sensibilidades distintas y hasta opuestas. Hay que tenerlas en cuenta a todas y gobernar para todos. Ellos tienen el deber de gobernar y nosotros el de exigirles que lo hagan en nombre de todos. El camino es este, no caben más disgresiones y batallas en solitario. A unos pocos nos tocará la labor de abrir las grietas en los muros para que otros muchos pasen por ellas, pero tan importante es esa labor, la de abrir huecos, como la de ocupar el espacio libre. La Democracia se defiende a diario y no se puede renunciar a ejercitarla. La Democracia hay que hacerla real día a día, con ejemplos, sin descanso.  Aceptamos lo que ha sucedido con humildad absoluta, sin vanagloria de ningún tipo, sin la más mínima acritud. Quizá ahora venga la tormenta. Nosotros seguiremos haciendo nuestro trabajo y que otros hagan el suyo.            

               Si se dice que cuando se rectifica se acierta, en este caso han acertado de modo pleno.