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Ardiente como un horno
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Becerro de oro
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Sol de Justicia
Tiempo de profetas y de Justicia
Hubo un tiempo de profetas, antes de que el becerro de oro y el culto al dinero se asentara en medio del mundo. Era un tiempo en que los justos eran odiados y en que los impíos razonaban de este manera: no hay consuelo en el fin del hombre, ni se ha conocido a nadie que haya vuelto de los infiernos o del otro mundo. Caerá en olvido nuestros nombre, sin que quede memoria de nuestras obras. Venid pues y gocemos de los bienes presentes. Dejemos por todas partes vestigios de nuestro regocijo (1).
Llegaron los profetas y les fue mal porque nadie les creyó: La maldición y la mentira, el homicidio y el robo lo han inundado todo. Y una maldad alcanza a la otra. Sin embargo, ninguno se ponga a reprender a nadie, ni corregir a nadie. Mas tú perecerás y contigo tus falsos profetas (2).
Es verdad que todo está lleno de falsos profetas y que los verdaderos no son creídos, sin embargo, éstos sí gozan de una especial protección del Altísimo. Cualquiera que arroje una piedra contra el que profetiza por mandato de Dios, sufrirá calamidades. Herodes padeció pesadillas y desasosiego tras la ejecución del Bautista. Lo mismo ocurrió con Poncio Pilato, aunque en este caso las visiones le fueron enviadas a su esposa, Claudia Prócula.
Y en el origen fue la corrupción
La corrupción acechó al mundo desde su inicio, tanto que el mismísimo Dios reflexionaba de este manera: Viendo, pues, Dios ser mucha la malicia de los hombres en la Tierra, y que todos sus pensamientos se dirigían al mal continuamente, le pesó haberlo creado. Dijo pues el Señor: el clamor de Sodoma y de Gomorra se aumenta más y más , y la gravedad de su pecado ha subido hasta lo sumo. Quiero ir y ver si sus obras igualan el clamor que ha llegado a mis oídos, para saber si es así o no (3).
El mismísimo Dios dudaba que la corrupción fuese tanta y desde el principio y ni siquiera Él mismo pudo abatirla. Los profetas y los justos (las gentes sencillas), denunciaban y veían todas estas cosas y se hacían diversas preguntas: ¿Destruirás Señor al justo con el impío?, ¿Qué beneficio puede reportarnos el cumplir con las leyes y tus preceptos, si el soberbio y el malvado nunca reciben su castigo?. y todo quedaba sin respuesta.
El cansancio de Dios
Ante Isaías, el más grande de los profetas, el Altísimo se expresó con claridad, en la noche oscura de Dios: No me ofrezcáis ya más sacrificios inútilmente, pues abomino del incienso, del novilunio, del sábado y las demás fiestas vuestras. No puedo ya sufrirlas por más tiempo, porque en vuestras asambleas reina la iniquidad. Vuestras calendas y solemnidades son odiosas a mi alma. Las tengo ya aborrecidas. Cansado estoy de aguantarlas (4).
Ira contra los justos
Los profetas seguían clamando en el desierto y denunciando a los impíos y soberbios, y éstos los aborrecían: Armemos pues, lazos al justo, visto que no es de provecho para nosotros, y que es contrario a nuestras obras, y nos echa en cara los pecados contra La ley, y nos critica divulgando nuestra depravada conducta (5).
El Sol de Justicia
Es o fue la última esperanza ante la iniquidad, la llegada de ese día. Dice el Señor: Ellos edificarán y yo destruiré, y será llamado país impío, pueblo contra el cual estaré indignado para siempre. El bíblico profeta Malaquías apretó un poco al Altísimo y obtuvo de Él, la promesa del día del Sol de Justicia: Porque he aquí que llegará un día semejante a un horno encendido, y todos los soberbios, y todos los impíos, serán como estopa; y aquel día que debe venir los abrasará, sin dejar de ellos raíz ni renuevo alguno. Mas para vosotros los que teméis mi nombre: Nacerá el Sol de Justicia (6).
Notas: (1) Libro de La Sabiduría; (2) Oseas; (3) Génesis; (4) Isaías; (5) Libro de La Sabiduría; (6) Malaquías.