En la galaxia de Hidúm


              En Madrid acaba de presentar una exposición titulada «El universo de Melilla».  Esto es la galaxia de Hidum, porque alguien, hace algunos años tuvo la ocurrencia (que habrá que corregir algún día),  de nombrar a todas estas calles con nombres tales como Alfa Centauro, Orión, Casiopea, Perseo, La Hidra, Ptolomeo, Las Aurigas, Osa Mayor, La Luna, y a la carretera que circunvala el barrio se la llamó Vía Láctea. Es uno de los mayores dislates de la gestión administrativa de Melilla. Aquí no hay calles, solo callejones y pasadizos.

           En otras partes de la ciudad la gente se queja del pésimo estado de las aceras, de mal estado de la señalización vial, de la ausencia de papeleras. Aquí, en el corazón de La Cañada de Hidúm, o de La Muerte, o Monte de Reina Regente, o Barrios de Los Cuernos, la gente se queja de que no existen aceras, o donde ni siquiera llega La Ciudad, porque en este lugar, todavía, a ir al centro de la ciudad se le llama «bajar a Melilla».

                           Rotondas en medio de la nada

          Acaban de instalar dos rotondas, dentro del plan denominado con el eufemismo de Desarrollo de los Distritos 4º y 5º. La realidad enmascarada siempre con el lenguaje. Un joven del barrio me condujo hasta una de ellas y me preguntó: ¿Tú crees que estas rotondas valen 64.000€?. Han realizado dos rotondas, ésta que comunica con la carretera de Hidúm y otra al pie de la Vía Láctea por el importe indicado.

                 Vista la rotonda y manifestado mi desconocimiento acerca del importe de los materiales de obra y de los jornales de los obreros, me condujo hacia la zona que ni siquiera tiene acera, desde hace más de 20 años. Todo es una rugosa superficie de hormigón desgastado y propiciador de caídas de ancianos y de niños. Esta es la zona de las tiendas, ya casi todas cerradas y sin actividad económica alguna. Todos los residentes bajan por la carretera de Hidúm, la mayoría de ellos a pie, en busca de los comercios en donde abastecerse.  La única panadería del barrio está a punto de cerrar.

               No solo es la inseguridad, es también la falta de actividad económica la que provoca la desaparición de los comercios. En una estimación propia se podría decir que la mitad del total del paro de la ciudad de Melilla se concentra en este barrio, sin futuro y casi sin presente.

                  Transitar por estas laberínticas calles es sumergirse en un mundo irreal. No se cruza uno con nadie y toda la vida se realiza dentro de las casas. A partir de cierta hora, que suele ser la de la puesta de Sol ya nadie sale a la calle, principalmente las mujeres. La única vida posible pasado el atardecer, se concentra en torno al cafetín, al quiosco del barrio y en las mezquitas, ambas de orientación salafista, una moderada y otra rigorista. La moderada es la clásica del barrio, la primera existente, al del alminar de estilo almohade, está situada en el final de la calle Ptolomeo. La otra, llamada la mezquita blanca por el color de su interior, fue edificada hace una década.

                 Un poco más arriba, mi guía particular, me muestra la salida del callejón de Las Aurigas, en donde en época de lluvia o con suelo húmedo, suele caerse la gente que por allí transita. La inclinación del suelo invita a ello.

               ¿Cuál es aquí el futuro?. Casi ninguno. Aquí ni siquiera llega la gestión de la ciudad,  Melilla es la que está un poco más allá de la nebulosa de Orión, a algunos años luz de aquí.

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