La venta ilegal de pescado, o venta ambulante, inunda el Rastro de Melilla. Hasta ahora se situaban de una forma «discreta», pero a la vista de todo el mundo, en las calles transversales. Sin embargo, desde la semana pasada el descontrol es ya absoluto y la venta ilegal de pescado se realiza en el mismo límite de la Mezquita Central, en la calle García Cabrelles, y frente a la fuente del Bombillo. Es una situación de insalubridad total, propia del Tercer Mundo. La Consejería de Seguridad Ciudadana y la de Sanidad ya no existen fuera de sus despachos. La Policía Local hace lo que puede en una ciudad sin rumbo y a la deriva.
Según el Reglamento de Convivencia aprobado por la Consejería de Seguridad Ciudadana, es más fácil ser multado por comer pipas en el Paseo Marítimo, que por vender pescado de manera ilegal, frente a uno de los escaparates turísticos más representativos de la ciudad. Esta es la realidad cotidiana, frente a una propaganda en la que ya nadie cree.
Los comerciantes de la zona, los fieles musulmanes que acuden a la mezquita para sus rezos diarios, el puesto de libros religiosos musulmanes, los usuarios de la fuente, los miembros del Consejo Religioso, están hartos de denunciar la situación.
Ni una palabra y la ciudad envuelta en la cochambre, en uno de sus monumentos más emblemáticos. ¿Sería posible esto frente a la Iglesia Arciprestal, o en la Plaza de Las Culturas?