El último solar público


                  Este era el último solar libre en el centro de Melilla. En principio estaba destinado a equipamientos, en concreto iba destinado a una clínica privada. En una Melilla con un Hospital Comarcal completamente saturado, las compañías privadas de salud  no ofrecen una atención médica equivalente ni alternativa, como sí hacen en cualquier otra ciudad de España. Si el proyecto fracasó, el solar se podría haber seguido dedicando a equipamiento urbano, porque Melilla es una ciudad necesitada de todo. Sigue sin tener un área recreativa de verano, con piscinas a disposición de todos los ciudadanos.

                Así pues y ante la posibilidad de obtener dinero contante, sonante y rápido, el Gobierno Autonómico decidió recalificarlo y sacarlo a subasta pública en agosto de 2010. En principio y visto lo sucedido en otras ocasiones y en muchas ciudades españolas, hay que sospechar siempre de estas rápidas recalificaciones. Lo segundo que llama la atención es que en Melilla se sigan construyendo viviendas, cuando el sector está parado en toda España y con un abultadisimo stock.

              Lo tercero y más evidente es el pensar que va a suceder cuando ahí se construyan viviendas (habrá que estar atentos a la adjudicación final de la subasta pública), y en que va a pasar con la Feria de Melilla, pues en esa zona es en donde se instalan las atracciones feriales grandes, los cafetines y chiriguitos  y en donde en otras ocasiones se ha instalado el Circo. En definitiva, un espacio más perdido para uso público y destinado a la «especulación urbanística».

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Aparcamiento desregulado


           Este es el aparcamiento frente al Hotel Tryp Melilla Puerto, que funciona correctamente gracias a los aparcacoches, que todas las mañanas acuden puntualmente a su cita y no sólo regulan el aparcamiento, sino que también, gracias a su habilidad, consiguen que aparquen allí más coches de los pensados. Las supuestas plazas diseñadas son enormes y además se marcaron con unas losas de pavimento, que ya no son visibles. Si simplemente se hubiesen pintado con tañamos normales y señalados los carriles de acceso, cabrían allí un volumen algo más grande de vehículos y no se producirían situaciones como esta. Es una cosa muy simple que se llama «optimización del espacio».  La realidad es esta. Día a día esto es lo que ve y sufre el ciudadano. Una situación estresante que solo alivian los aparcacoches.

            Aparte, si la se hubiese respetado la historia de la zona, la plaza se debería haber llamado del Cargadero de Mineral y no del Consejo de Europa, pero eso son ya otras cuestiones.