En uno de sus últimos actos de gobierno, la actual mayoría decidió sin consultas previas, sin tener en cuenta otras opiniones, el repintado del Ayuntamiento de Melilla. Un gasto innecesario, un último derroche. Y lo hizo para devolver al edificio del Ayuntamiento su aspecto original, esto es, el gris del franquismo, porque ese era el color de los Ministerios franquistas, de sus edificios oficiales, el de La Seguridad Social en la calle del Gral. Marina, el del edificio de Correos, el de los sindicatos en la plaza del 1º de Mayo. Gris franquista, gris de su policía, gris plomizo del levante melillense, gris para enterrar la paleta de colores modenistas que se empleara en la década de 1990. Un color gris, para acabar un época que nos devuelve a otra más gris aun. Por supuesto que no dudo ni por un solo momento que no solo habrá a quien le guste esto, sino que además lo alabe.