Los trabajadores y funcionarios de Las Torres del V Centenario (a las que nadie llama así), sufren como nadie los efectos de aparcar en la Plaza del Consejo de Europa (a la que nadie conoce por ese nombre). La modalidad de aparcamiento en esta plaza es la de «barra libre» y consiste en aparcar el coche en las zonas habilitadas al efecto y luego rezar para que nadie te tapone la salida. Los rozones en los parachoques, los golpes y los estado de infarto son normales cuando descubres que tu coche se ha quedado encerrado, o cuando despues de completar el giro resulta que alguien ha cegado la vía del carril de salida y tienes que dar marcha atrás y buscar la salida por otro lugar. Tampoco es extraño que a veces esté cerrada incluso la zona de entrada. El aparcamiento es caótico y sería peor si no estuviesen allí «los gorrillas», que como pueden regulan un aparcamiento dejado de la mano del destino y de la suerte.
Todo sería más fácil si se pintase, «de modo duradero» , tanto las plazas de aparcamiento, como los carriles de giro y circulación y se señalase tanto la entrada como la salida. Si se pintasen las plazas en sus dimensiones lógicas, habría al menos un 20% más de plazas, que las que se demarcaron con las invisibles losas suelo, que en teoría son de diferentes colores (verde y salmón).