Seguimos en la misma zona, calle del Viento. Cientos de cristales rotos, en la parte alta de los muros, fruto de un terrorífico concepto de seguridad de épocas pasadas. Se hincaban sobre el cemento fresco y resultaba muy barato. El cristal abuandaba en la basura hace algunas décadas. En algún momento de la reciente histórica de La Democracia, este tipo de disuación fue prohibida. Solo quedan algunos restos en antiguas tapias de cuarteles, como por ejemplo en el antiguo Hospital Militar, aunque en alturas que no resultan peligrosas. Aun así deberían ser retiradas todas.
Sin embargo esta agresiva selva de cristal está en la misma calle El Viento, en una altura apenas superior al metro, por lo que resulta muy peligrosa. Son los muros traseros del almacen abandonado del que acabamos de hablar. Esto era una zona tranquila, con apenas circulación, pero a alguien se le ocurrió, hace algunos años, hacer un ramal de acceso entre los bloques de viviendas Ciudad de Málaga y la plaza Martín de Córdoba. La expasión urbana de Melilla de los años 1990 a 2000, se asienta sobre los mismos viales de comunicación de los años 60 del pasado siglo. Esa es la razón del caos de tráfico y de la saturación de nuestras calles. Esta zona debió mantenerse como estaba, solo para el acceso de residentes.
Es mucha la gente que pasa por aquí. Los cristales ya no disuaden a nadie pero siguen representando un peligro. Deberían ser eliminados tras acabar de leer esta entrada. Es vergonzoso que Melilla, la que vive día a día la gente, se encuentre en este estado, y se siga derrochando dinero en actividades suntuarias, en propaganda, en propocionar una ciudad inexistente.