El Cristo de Lepanto en Barcelona


                 Leyenda de una imagen en la catedral de Barcelona

              El 7 de octubre de 1571 se produjo una de las batallas navales más grandes e importantes de la historia europea, en el golfo griego de Lepanto. Fueron  276 embarcaciones de la Liga Santa cristiana , frente a las 273 otomanas del capitán turco y gran marino Alí Bajá. Del lado de la Liga Santa participaron dos grandes marinos del que tomaron su nombre dos Tercios de La Legión, Juan de  Austria y Alejandro Farnesio. El resultado lo conocemos todos, sin embargo, hay una interesante y curiosa historia que es la que voy a contar aquí.

                                       La leyenda del Cristo de Lepanto

             Es una de las imágenes más veneradas de la Catedral de Barcelona, y al igual que sucede en otras poblaciones de menor empaque, son decenas de personas las que acuden al templo catedralicio barcelonésa solicitar favores personales o ayuda en trances complicados de la vida. Tiene fama de milagroso. Las ciudades, por muy grandes que sean, siguen albergando tradiciones populares. Al final todas también son pueblos pequeños.

        Juan de Austria llegó a la ciudad de Barcelona el 16 de junio de 1571, para dirigir una expedición de 276 navios y 80.000 hombres, entre los que se encontraba Miguel de Cervantes. La lista de embarcaciones participantes está en el Archivo de La Marina, a disposición de todos los ciudadanos (igual que ocurre en Melilla y sus archivos).

     La nao capitana se construyó en los astilleros de las Reales Atarazanas de Barcelona y a la que  se la llamó La Real. El llamado Cristo de Lepanto fue una donación de su hermanastro el Rey Felipe II y ya era considerado milagroso en Madrid, pues recibía culto en una iglesia que se quemó. Esa es la razón de que la efigie presente una aspecto oscuro o ahumado en su mitad superior. La imagen fue colocada en el estanterol de la nao capitana.

     Cuestión distinta es el clarísimo escorzo que presenta la imagen hacia su lado derecho, como si hubiese querido esquivar algo. Aquí ya entra la leyenda. Dicen que un balazo de la flota turca entró en La Real en dirección al Cristo de Lepanto, momento en el que la efigie se desplazó hacia un lado, esquivando la bala otomana. Lo más probable es que o bien en el primer incendio o en el segundo, las altas temperaturas provocadas por las llamas alteraran la madera de la imagen, dándole esa extraña forma o postura. Pero a la leyenda eso le es indiferente.

      PD: Las fotos me fueron proporcionadas por un participante del «foro infausto», cuando yo utilizaba el nick de Lepanto, que residía en la ciudad de Barcelona, y conociendo  la imagen y la capilla,  desconocía la leyenda.  La novena dedicada al Cristo de Lepanto es de 1957, editada por la Catedral de Barcelona y dirigida por el entonces canónigo Joan Boada i Camps.

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Al ras de bordillos y farolas


         Aparcar en Melilla es una suerte, sobre todo si se acude al centro de la ciudad. También hay que decir que Melilla es la única ciudad de España que no cobra por aparcar en el centro ni tiene zona azul. La media hora gratuita en los escasos parkings públicos (Estación Marítima y Puerto Deportivo) es también algo que no existe en ningún lugar del mundo. Todos queremos encontrar un aparcamiento en la calle Marina, en O´Donnell o incluso en la Avenida, pero eso no es siempre posible.

       Hay algo de lo que no se ha escrito hasta ahora en El Alminar, y es sobre la extraña altura de los bordillos de las aceras en algunos puntos de la ciudad, o si se prefiere,  sobre la desproporcionada diferencia de nivel existente entre la calzada y el bordillo de la acera. La diferencia es tal, que provoca que ya casi ningún turismo o monovolumen melillense conserve su embellecedor delantero. El de mi vehículo se fue desmoronando, hasta que tuve que arrancar el resto sobrante. Muchas veces al aparcar oímos un crujido aterrador, producido como consecuencia del roce entrede la protección delantera del vehículo, ya sin embellecedor, y el bordillo de la acera. La situación obliga a dar marcha atrás, con el nuevo raspón y alejar el coche del límite marcado por el bordillo.

         El otro peligro, del que ya hemos escrito en abundancia, es sobre la instalación de farolas, postes telefónicos, poste eléctricos y señales de tráfico, casi raseando los bordillos.