Melilla desde Santa Mª Micaela


En algunas ocasiones debe volverse a un mismo lugar, en otras no, pero si por alguna razón escogemos un determinado lugar, y lo visitamos de modo continuado, o esporádico, podremos darnos cuenta de los cambios que se producen en él mismo y en su entorno. En algunos lugares no estaremos nunca y no pasa nada, aunque ahora se haya instalado la ansiedad de tener que recorrer el mundo entero y deprimirse si no se ha visitado tal o cual ciudad, determinada cascada, paraje o cerro inhóspito. El mundo se ha vuelto compulsivo y hay que visitar compulsivamente todo, pues en caso contrario no se es nadie. Hay algunos que ofrecen el relato pormenorizado de los lugares en donde han estado, como si eso resultase de algún interés para la humanidad.

Algunas veces, por casualidad, casi sin querer, visitamos un sitio y nos deja un poso que se agranda con el tiempo y que nos obliga a volver allí. Ciertas alturas me atraen, pero no todas. Me gustan sobre todo las de los alminares y las de los campanarios, en este caso el de Santa Mª Micaela, uno de los lugares más elevados de la ciudad. Es el sitio más alto desde donde se llama a Cristo en Melilla. Estuve allí hace dos años y coloqué la única foto que hice en una entrada sobre el Monte Gurugú. Era un lugar al que sabía que tenía que volver y dedicarle una entrada propia, porque la  merece. Esta vez observé y fotografié la vista completa, en un segmento Sureste-Oeste.

La visión era más nítida y diáfana que la última vez que estuve allí. Tras varios días de lluvia el ambiente estaba limpio y se aprecia en la definición del paisaje. Yo viajo y visito lugares, pero si los menciono es porque intento transmitir algo, porque en ellos puede existir alguna cosa que pudiera interesar a alguien, aunque a ninguna otra persona de este mundo, el mismo lugar le transmita las mismas cosas o le proporcione las mismas sensaciones. El viaje es individual para cada ser humano. Cuando se comparte un viaje, a cada uno le proporciona siempre una vivencia distinta, aunque todo lo demás sea común.

Nota: https://elalminardemelilla.com/2013/06/28/el-monte-gurugu/

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7 comentarios en “Melilla desde Santa Mª Micaela

  1. Llevas razón. Hay lugares que uno debe volver, aunque yo no lo he hecho. Hace muchísimos años que estuve en Sta. María Micaela por ultima vez. Y la recuerdo perfectamente. No olvidaré nunca la primera vez que llegue a Melilla. El primer sitio que pisé fue la puerta de la iglesia. Puedo imaginar aquella mañana como si fuese ayer. Era demasiado joven pero hay cosas que permanecen. Nunca subi al campanario, pero estuve dentro en numerosas ocasiones y en las verbenas que detrás se organizaban. Era mi barrio. Volveré y será pronto. Aunque como dice Sabina » al lugar donde fuiste feliz, no debieras tratar de volver». En esa maravillosa canción: Peces de Ciudad.

  2. El silencio se hace necesario, a veces. Es también una forma de comunicación, se transmite a través del silencio.
    El silencio desarrolla la observación y el acercamiento a los otros. A veces, simplemente con la mirada, sin palabras, en silencio, se comunican infinidad de pensamientos, ideas y sentimientos.

    • Un tiempo para disfrutar en tranquilidad de las vistas desde el campanario. No es Athos, pero también debe ser bonito estar ahí, y gracias a tí podemos hacernos una idea los que no podemos subir.

  3. La torre tiene unas escaleras interminables. Allí subíamos a ver los partidos de futbol, acompañados por el Padre Eleuterio Díez, de la parroquia de San Agustín. Las vista actuales que tú ofreces , impresionantes.

  4. ¡Qué difícil es mantenerse en silencio!. A veces no quiero escribir nada, pero el mundo y sus circunstancias acuden hasta el mismo rellano de la puerta o del Alminar. Siempre hay quien susurra al oído tal o cual cosa y al final se acaba escribiendo de aquello que no se quiere, y de lo que se debe y se quiere, no se encuentra el tiempo ni el momento para hacerlo.
    Sé, como dice Isa, que esto lía a la gente, que nadie sabe cuándo estamos en descanso ni cuándo activos, pero ahora mismo, no hay manera de desenredar semejante madeja. Sobre todo cuando están echando abajo el mundo tal y como lo hemos conocido, y como no volverá a ser.

Acostúmbrate a sufrir con paciencia las contrariedades, a escuchar en silencio lo que desagrada, a estar sosegado entre los turbulentos y a permanecer tranquilo entre el estrépito del mundo.

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