Pompeyo y César. Cita en Farsalia y (II)


  «Finalmente, todos discutían sobre sus cargos o premios en dinero, o de la necesidad de acosar a sus enemigos; y no meditaban con qué tácticas podrían vencer, sino cómo debían aprovecharse de la victoria».» Comentarios a la Guerra Civil», Julio César.

           No todo fue malo en Pompeyo, no todo era bueno en César.  Tanto uno como otro provenían del partido popular romano. Pompeyo no soportaba tener iguales y mucho menos superiores y al final el partido era Pompeyo, Pompeyo era el partido y toda Roma era Pompeyo y si de algo eran celosos los romanos, era de su libertad. Veneraban La Constitución y La República, aceptaban el mandato de los cónsules,  pero no soportaban que alguien pretendiera convertirse en un «dinasta» y ejercer un domínio superior al legal.

          Pompeyo  pagaba unos «juegos tras otros» y llenaba la ciudad de dinero desde  el Aventino hasta el Quirinal  cumpliendo escrupulosamente la máxima de la política romana que decía que: «El elógio era gratuito, pero la lealtad no». En su vida personal era austero y no se le conocían ninguno de los excesos que asolaban Roma. Era el preferido de las clases pudientes, pero no de los gentiles, pese a todos los esfuerzos que hizo por lograrlo.

       La realidad fue que una vez alcanzado el poder, se limitó solo a conservarlo. Era demasiado soberbio y presumía de «dar un zapatazo en la bota de Italia y poner decenas de legiones en su favor». Pompeyo hizo suya la máxima de: «Quien no está conmigo, está contra mí», a lo que Julio César opuso la de: «Quien no está contra mí, está conmigo». Al final, fue más efectiva la máxima de César.

          Declarada ya la enemistad sin remedio, César ganaba partidarios día a día, prometía la restauraciónde las libertades, la ausencia de represalias y de esto modo, muchos partidarios de Pompeyo se pasaron a su bando.

          Pompeyo, tras largos años en el poder, no estaba acostumbrado a que nadie le hiciera frente y aunque de modo hábil, reaccionó tarde y mal. No se preocupó de Julio César hasta que lo tuvo demasiado cerca. Mientras el pueblo romano sólo le tuvo a él, no hubo fisuras en la lealtad que le profesaban, pero cuando apareció Julio César y pudieron escoger, entonces casi todos los afectos se pasaron del lado de César.

            El divino Julio

         La fama le precedía, le rodeaba la gloria y la elocuencia. Se tomó todo el tiempo del mundo para acercarse a Roma. Fundó su propio partido que fue conocido como el de Los Libertadores. Para César no tenía sentido la vida si no se ejercitaba en libertad. Se enfrentó a Pompeyo en los campos de Farsalia en Grecia en 48 AC, con una proporción de 1 contra 10, pero como gran estratega, no lo hizo en campo abierto, sino en un reducido espacio en el que la superioridad numérica no era decisiva.  Desgastó a Pompeyo mediante hábiles y constantes golpes que le impidieron hacer efectiva la magnitud de su ejército.

            Pero vencido Pompeyo, quedaban su partido y los pompeyanos y la labor de recosntruir una ciudad dividida. Porque al final, vencido Pompeyo y muerto César, el poder fue a parar a manos de quien menos se pensaba, de Octavio, el ahijado de César y quien le sustituyó una vez caído éste. Lo peor que hicieron fue acabar con César, porque acabaron con el hombre pero abrieron paso a su leyenda, y contra las leyendas no hay modo de luchar.

          La historia tiene esos giros y el destino no debe ser alterado. Impidiendo a César trasnformar Roma, Junio Bruto, el leal a Pompeyo y a quien César había perdonado tras su victoria en Farsalia y que le traicionó finalmente, transformó para siempre la historia. Roma nunca volvió a ser lo que pretendía Pompeyo. La ciudad volvió a ser libre y el mundo nunca olvidó a César ni a su leyenda, porque hasta para morir, era preferible hacerlo en su nombre.  ¡¡ Ave César, los que van a morir te saludan !!.

                                          ¿Estamos ante el próximo presidente de Melilla? . Y quizá en mayo, también sea Julio.

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