Con las obras en el barrio del Hipódromo, se va más despacio con los coches o directamente hay que desplazarse andando por el barrio, con lo que da más tiempo a fijarse en cosas curiosas, en las que antes no daba tiempo a hacerlo. todo el barrio está lleno de baldosas y pequeñas ornacinas con vírgenes, preferentemente la del Carmen, como corresponde a un barrio de antigua tradición marinera cristiana.
Sin embargo, en esta ocasión lo más llamativo son «los árboles tapados», y que no se recuerda cuánto tiempo llevan en ese estado. La última vez que se vieron sin tapar, eran árboles, probablemente tropicales, y de hojas muy llamativas y de color azul o rosa. No se sabe porqué están así. Puede ser para protegerlos de los rigores del invierno y de la salinidad del aire de Melilla, o porque hayan sido fumigados para desparasitarlos. Quizá también se trate de un regalo sorpresa, o cualquier otra razón todavía más peregrina.
Lo que sí obliga a plantear esta extraña acción, la de tapar árboles, es porqué no se plantan e implantan «especies autóctonas», en una campaña que reivindicara Guelaya hace ya mucho tiempo. Se sigue insistiendo en hacer parecer a Melilla como una selva tropical, o un jardín de la huerta valenciana, sin resultado alguno. Se importa lo que haga falta, pero se desdeña lo propio. Melilla está llena de naranjos de frutos podridos que nadie recoge o espurga, incluso la mayor parte de no cuaja y ofrecen una vista esmirriada y lamentable.
Plantar especies no propias de la zona, obliga a un mayor desembolso, tanto en la propia especie como en su mantenimiento y cuidado. Ahora que se va a poner en marcha la II Fase de la Granja Agrícola, podría aprovecharse para el estudio y desarrollo de la floral local, que es la norte africana y no la de Valencia .
Existe muy interesantes estudios de expertos melillenses, sobre la flora autóctona, tanto contemporáneos, como de la época del Protectorado, que deberían ser aprovechados y dejarse de «experimentos ornamentales multicolores tropicales», que llevan a situaciones absurdas, como las que muestran las fotos. Árboles tapados.
Nota: «La flora silvestre de Melilla«, Juan Antonio González, Huberto García y José Manuel Cabo».