El recuerdo de los Juicios de Moscú
El Alminar de Melilla
Toda sentencia judicial es un acto de opinión, toda sentencia judicial es opinable. El margen de interpretación que tienen los magistrados españoles para decidir qué es objeto de condena y qué no, es tan grande, que muchas de sus sentencias pueden considerarse claramente como expresiones personales. Las sentencias de los jueces españoles están llenas de opiniones, por mucho que las mismas, en su conjunto, constituyan letra de Ley.
La propia Ley obliga a acatarlas, pero la libertad de opinión nos permite enjuiciarlas, opinar sobre ellas y en este caso, mostrar el más absoluto rechazo a la misma. No comparto ni el fondo ni la forma de esa sentencia, es más, el propio juego de palabras de las sentencias, llamadas también fallos, me lleva a considerar el Fallo del Tribunal Supremo, como fallo supremo o un supremo fallo. No comparto siquiera la concepción del delito de prevaricación. Creo que el delito de prevaricación debería ser suprimido del Código Penal español, porque puede esconder, un juicio político bajo la apariencia de «salvaguardar las garantías procesales».
Los juicios de Moscú y la Gran Purga (Большая чистка)
Ha sido la propia sentencia del Tribunal Supremo la que me ha abierto la puerta para hablar de la Justicia del Camarada Stalin, al citar que: » la grabación de las conversaciones entre letrados y acusados nos asemeja a los estados totalitarios». No se atreven los magistrados del Tribunal Supremo a llegar más lejos, sobre todo al no explicar cuál era la justicia en los estados totalitarios o su principal característica, cuyo máximo ejemplo siguen siendo los tribunales de Stalin.
La principal característica de la justicia stalinista era: «Que el acusado estaba condenado, incluso antes de instruirse el proceso judicial, incluso antes de celebrarse el propio juicio». Esto sí nos asemeja al tipo de justicia al que alude el propio Tribunal Supremo en su sentencia. Toda España sabía o tenía la intuición de que el magistrado Garzón iba a salir condenado en algunos de estos juicios. Él lo ha expresado mejor que nadie en su comunicado: » Es una sentencia predeterminada». Una condena dictada solo a instancia de parte (acusación), sin apoyo del Ministerio Público, e incluso superior, 11 años de inhabilitación, al máximo pedido por las acusaciones (10 años).
En los juicios de Moscú de 1936 a 1039, los opositores Lev Kamenev, Grigori Zinoiev y Nicolai Bujarin, fueron juzgados en un espectáculo judicial que concitó toda la atención mediática de la época y digo que fueron juzgados, proque condenados ya lo estaban. En cualquier caso, prefiero que el nombre de garzón quede en la historia junto a los de Kamenev, Bujarin, Zinoiev, Radek, Piatakov y Sokolnikov, que no junto a los de Abakumov o Vizhinsky. Y hay que dejar claro que en los Juicios de Moscú se siguieron todas las garantías procesales requeridas en la Legislación Soviética.
Supresión del delito de prevaricación
Ningún juez está exento de fallos, ningún juez es inmune a los errores, pero el delito de prevaricación supone juzgar las intenciones de una persona. La propia definición lo exige: «tomar una decisión a sabiendas de que es injusta». Puede haber casos muy claros, en que esto sea manifiesto, pero la escasez de sentencias del Tribunal Supremo sobre prevaricaciones cometidas por jueces, indica que es un delito muy difícil de juzgar, y de concretar en una instrucción sumarial.
Sorprende la celeridad con que se han instruidos tres procesos contra el magistrado Garzón. Sorprende la unanimidad de los emisores de la sentencia. Sorprende que el magistrado Garzón acumule en su persona casi tantos procesos por prevaricación, como la suma de todos los jueces españoles. Mejor suprimir este delito. Como he dicho al principio, podría estar enmascarando «procesos políticos» o «rencillas personales».