Θεοδώρα, αυτοκράτειρα του Βυζαντίου ( Teodora, autokráteira Bizantiou). Teodora, emperatriz de Bizancio
Mostrar sin decir, señalar sin juzgar. El poder como instrumento para hacer cosas, o el poder como estrategia, tengo o no éxito. Al primer tipo se le exigen resultados, y al segundo no. Esto explicaría el porqué algunos mantienen el poder per sé, hagan lo que hagan y otros lo pierden en cuanto no hacen lo que se espera de ellos. Escribimos ahora que se han hecho públicas las cosas y lo seguimos haciendo mediante la parábola.
Bizantino es sinónimo de complejo y enrevesado. En las cortes bizantinas reinaba el emperador y en algunos casos, algunos fueron más conocidos por el nombre de sus mujeres, como es el caso de la gran emperatriz Teodora de Bizancio, la emperatriz por excelencia, un personaje histórico fascinante y más conocida incluso que su esposo, Teófilo, al que nadie recuerda casi por nada.
Apartadas de los aparatos de poder en cualquier lugar del mundo y en cualquier periodo histórico, las mujeres tuvieron que desarrollar complejos mecanismos de supervivencia, para poder influir en un mundo que le era negado, el de la política, para la que están tan capacitadas o más, incluso que los hombres. Uno puede enfrentarse al César y salir vivo, pero rara vez podrá contarlo si al que se ha enfrentado es a su mujer.
Salvo en algunos países centroeuropeos y nórdicos, las mujeres rara vez escalan por la pirámide ya de por sí impracticable, del Poder. Lo normal es que aprovechen la ascendencia y prevalencia de sus maridos (Hillary Clinton, Cristina Kirchner, Eva Perón o incluso Ana Botella), para escalar de modo rápido en los pasillos políticos y así poder enfrentarse en igualdad de condiciones a los hombres. El ejemplo de Margaret Thatcher no es usual por debajo del paralelo 50.
En el Imperio Otomano las mujeres estaban recluidas en el Harém, sin embargo algunas como Roxelana o Hurrem, alcanzaron un grado de notabilísima influencia y gran capacidad política, tanto que el Gran Suleimán el Magnífico, no podría entenderse sin ella.
En Francia apenas ya se recuerda a la socialista Segolane Royal, que se enfrentó a Nicolás Sarkozy, resultando derrotada en las presidenciales francesas de 2007. Sin embargo, para obtener ese derecho, libró las más duras batallas contras los elefantes del Partido socialista francés, que se fiaban menos de ella que del propio Sarkozy. Algo parecido está ocurriendo en España, en donde la socialista Carme Chacón, ya parte con desventaja con respecto a Rubalcaba, sólo por el hecho de ser mujer y joven.
En el caso melillense, creo que hay que huir siempre de la crítica fácil. Pienso que estamos más cercanos al modelo florentino de los Medicci, cuando la prevalencia de esta familia, que coincidió con el gobierno de Lorenzo de Medicci, les llevó a adueñarse prácticamente de la ciudad entera. Contra él, contra los poderosos y sus abusos, contra los del Papa y La Iglesia, clamó hasta que fue llevado a la hoguera, el célebre dominico Girolamo Savonarola.
No por previsible, deja de ser todo menos incierto
Nota: Carmen Romero, esposa de Felipe González. Diputada entre 1989 y 2003. Carmen Romero llegó al Congreso en 1989. Su inclusión en las listas por Cádiz, cuando Felipe González era presidente del Gobierno, provocó un gran revuelo político y social en la provincia gaditana. Fue muy criticada por los dirigentes del Partido Popular que denunciaron «favoritismo». El País, 24/12/2003.