Tenochtitlán. Cannas. La larga Marcha


 El 30 de junio de 1520 los españoles de Hernán Cortés cayeron aniquilados en Tenochtitlán, se refugiaron en una de los islotes del pantanal de la capital azteca (Tacuba) y pasaron lo que los historiadores llamaron: «La noche triste» de Cortés.

                  El 2 de agosto del año 216 AC, el ejército romano de Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, cayó fulminado en la ciudad de Cannas. Era la 4ª vez consecutiva que el cartaginés Anibal Barca vencía a los romanos. Antes lo había hecho en Tesino, en Trebia y frente al lago Trasimeno.

              Los españoles se sobrepusieron a aquella noche aciaga y poco después, en Otumba, alcanzaron la mayor victoria conocida de la época.          Justamente cuatro años después, en 212 AC, en la llanura de Zama, el general romano Publio Cornelio Escipión, venció definitivamente a Anibal y puso fin a la II Guerra Púnica.

            Lo que espera es sólo comparable al episodio histórico conocido como «La larga Marcha», cuando ante el acoso del Generalísimo Chiang Khai-Shek, los revolucionarios comunistas se retiraron al interior de China, en un periplo durísimo que duró 370 días (entre 1934 y 1935). Al final, consiguieron liberar China y ofrecer al pueblo un nuevo horizonte.  Es algo aceptado que sólo de grandes derrotas, como la presente, pueden surgir nuevos nombres e ideas, que ofrezcan un futuro diferente al pueblo. Hay una alternativa a este estado de cosas y hay otra Melilla posible. Es una obligación luchar por ella. No hay que resignarse a que  todo lo que nos ofrezcan sea más de lo mismo, sin haber reconocido el más mínimo error o desafuero, y los ha habido a cientos.

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