Sigmas nazis en un monumento melillense


                             Con toda la intención

     La estética fascista del monumento es muy clara. Fue auspiciado por Falange española, en los años en los que el régimen de Franco no escondía su alineamiento con las fuerzas del Eje. Nunca supieron como llamarlo. algunas veces se le llamó monumento al Ejército, otras de la Victoria y al final quedó prácticamente sin definir, pero vinculado enteramente a Falange. En meses atrás compartimos en El Alminar las fotografías de la inauguración de este feo  y ofensivo monumento.

        Digo que es ofensivo porque fue concebido con esa intención. Se erigió sobre el solar que ocupaba el Café La Peña, arrendado por un concejal republicano, Julio Caro de Córdoba, asesinado por Falange. En los discursos de inauguración, en las cartas de los días previos, se aludía a que se erigía en ese lugar para sepultar la memoria y el recuerdo del singular Café de las clases populares melillenses.

         Fue inaugurado en 1941 y se llenó de los signos habituales de la estética fascista de Falange. En la parte trasera se instalaron placas con los nombres de los falangistas melillenses, integrados en la llamada Bandera de Marruecos, caídos y muertos en los frentes de guerra peninsulares. No había ningún nombre en ellos que no perteneciera a esta organización. En el frontis tan solo una placa de bronce con la fecha del 17 de julio de 1936.

         La simbología fascista estaba cuidada al detalle, pero de lo más evidente me advirtió un amigo, Carlos Esquembri,  y es que bajo las alas del águila estaban escondidas las runas vikingas, de las que los nazis sacaron las sigmas que fueron el emblema de la organización criminal conocida  como las SS.

               Con ser un golpe importante el que hemos asestado a este monumento, no será el definitivo y que también tenemos previsto. Después de esto podrá seguir en pie, pero políticamente ya es escombro.

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Pablo Milanés: Concierto interruptus


 

             ¿ Quién y por qué se mantuvo la cola de Kursaal ?

    Las colas del Teatro Kursaal me están dando los mayores sinsabores posibles, sin embargo, están resultando una fuente de noticias para El Alminar. En diciembre pasado me chupé cuatro horas a la intemperie para solo conseguir unas entradas de gallinero (anfiteatro), para el concierto de Raphael. La recompensa fue que  al realizar unas fotografías al azar de la cola, tuve la suerte de que en ellas captara la imagen del Presidente Imbroda en la misma. Su sola presencia o la mención de su nombre garantiza al menos 500 visitas. La noticia de la presidencial presencia me hizo rebasar por primera vez la frontera del medio millar de visitas.

   El pasado lunes acudí de nuevo a la cola del Kursaal para comprar unas entradas del concierto de Pablo Milanés. Esta vez estuve solo dos horas a la intemperie y expuesto al frio ambiente, pero ni siquiera conseguí entradas. Tampoco las consiguió nadie, porque el cantautor cubano había sido objeto de una operación de hernia, y había cancelado toda su gira en España. El dato era perfectamente conocido por las autoridades de Cultura desde al menos dos horas antes de la apertura de taquillas (18h 00), quienes sin embargo decidieron continuar con la farsa del posible concierto en una fecha posterior.

         Lo sabían perfectamente y de hecho ya no vendían entradas, porque el concierto estaba cancelado, no solo en Melilla, sino en España entera. La farsa consistió en  anotar los nombres de todos los que estábamos en la cola, con número de teléfono y DNI, para tener un supuesto derecho de preferencia en un ulterior concierto. Un despropósito en toda regla, aunque no pongo en duda que llevado a cabo con un buena intención. Quizá tuvieron miedo de un posible encrespamiento de la gente ante la cancelación del concierto, algo improbable, porque los que estábamos allí eramos gente de orden (rojerío, progres, castristas incombustibles, socialistas), entre los que destacaba la presencia del ex delegado del Gobierno Gregorio Escobar. No imagino  yo al anterior representante gubernativo organizando un disturbio callejero.

       Quizá si el concierto suspendido hubiese sido de Obus, Barricada o Leño, hubiese habido que plantearse otras medidas, pero a los que allí estábamos, con que nos hubiesen dicho que el concierto estaba suspendido y que volviésemos a la cola dentro de tres meses, nos hubiesemos conformado. Yo me hubiese ido a tomar un café y habría evitado pelarme de frío nuevamente, a las puertas del Kursaal.

        No entiendo que no hayan ofrecido la más mínima explicación por este desafuero y no entiendo que la única crítica aparecida en la prensa, fuese por la única medida realmente acertada, la de limitar la venta de entradas a 4 por persona.